Sheinbaum y Trump avanzan en conversaciones para definir límites comerciales antes del 1 de noviembre
Entre las 11:47 y las 12:19 del sábado 25 de octubre, Claudia Sheinbaum y Donald Trump hablaron como dos vecinos que ya no se ignoran, sino que necesitan entenderse. No fue una llamada de cortesía. No fue un discurso preparado. Fue una conversación de quien sabe que el futuro se construye en la frontera, no en Washington o en la Ciudad de México.
Las 54 barreras que aún bloquean el flujo de mercancías —desde etiquetas exigidas para el aguacate hasta certificados de seguridad para maquinaria pesada— no son papeles burocráticos. Son muros de papel que cada día cuestan a México más de 12 mil millones de dólares en oportunidades perdidas. Y esta vez, no se pidió permiso. Se sentó la mesa, se abrieron los archivos, y se dijo: “Aquí están los números. ¿Qué hacemos con ellos?”
Sheinbaum no solo habló de aranceles. Habló de cadena. De cómo los motores que salen de Monterrey ya no son solo piezas mexicanas, sino componentes de un eje industrial que va desde Detroit hasta Guadalajara. Trump escuchó, y luego preguntó: “¿Cuántos camiones pasan por Lázaro Cárdenas cada semana ahora?”. No era curiosidad. Era cálculo. Y cuando mencionó la Ley de Reducción de la Inflación, no lo hizo como una amenaza, sino como una puerta abierta: “Si cumplen con lo que ellos piden, el dinero está ahí. No lo tengo que dar. Lo tienen que ganar”.
No hubo intérpretes. No hubo jefes de prensa entre ellos. Solo ella, con su memoria de economista y su voz tranquila, y él, con sus datos de Texas y su forma de hablar sin rodeos. Hablaron en inglés. Ella, sin guion. Él, sin bufonadas. El tono era el de quien ya no tiene tiempo para teatros. La llamada duró 32 minutos. En esos minutos, se acordó más que en los últimos tres años de negociaciones formales.
Trump no mencionó “muros”, ni “invasiones”, ni “robo de empleos”. En cambio, citó el crecimiento del 23% en las exportaciones mexicanas a Florida en los últimos ocho meses. Preguntó por el puerto de Progreso, por la modernización de las vías en Nuevo Laredo, por el ritmo de los trenes de carga que ya no esperan horas en la aduana. “Ustedes ya saben cómo funciona esto”, dijo. “No necesitan que les enseñe. Solo necesitan que les deje pasar”.
El 1º de noviembre no es una fecha cualquiera. Es el día en que Trump planea lanzar oficialmente su campaña de reelección. Y México, por primera vez, no está esperando a que él decida. Está alineando sus movimientos con su calendario. Las reformas en las normas sanitarias para productos agrícolas ya están en trámite. Los acuerdos de verificación laboral con sindicatos del norte se firmarán antes del viernes. No se anunciará en ruedas de prensa. Se hará en silencio, con documentos firmados, con camiones cargados, con puertos operando sin retrasos.
En la frontera, la gente lo sabe: cuando los jefes hablan, los camiones se mueven. Esta vez, los camiones ya estaban listos. Solo faltaba que alguien abriera la puerta. Y por primera vez en mucho tiempo, la llave la tenía México.