Más de 4 mil lotes disponibles en el Panteón Jardines del Edén

Más de 4,500 espacios funerarios ya están listos para las familias que no pueden costear un entierro digno en el cementerio Jardines del Edén, en el predio de Agua Zarca, cerca de La Mesa. La síndica municipal Edna Soto Gracia confirmó que la ampliación concluida no solo responde a una necesidad urgente, sino a un compromiso cumplido: nadie se quedará sin un lugar para despedir a su ser querido.

Más de 4 mil lotes disponibles en el Panteón Jardines del Edén

En los últimos meses, se acondicionaron casi 1,800 metros cuadrados de terreno, lo que equivale a suficiente espacio para atender las necesidades del municipio durante los próximos siete años —una cifra que no se mide en lotes, sino en alivio para madres, padres y hermanos que hasta hoy tenían que buscar alternativas lejanas o improvisadas.

No se trata solo de abrir tierra. Se trata de abrir corazón. Desde el primer día, nos dijimos: si alguien muere aquí, en Nogales, su familia no debe llorar por lo que no puede pagar. Y hoy, eso ya es realidad.

La síndica explicó que ya se estudia una tercera etapa de ampliación, también en Agua Zarca, porque la demanda crece con cada año que pasa. Pero esta vez, el trabajo no solo es de tierra y cemento: es de respeto. “No se taló un solo árbol de bellota ni un mezquite viejo. Estos espacios se hicieron entre raíces, no contra ellas”, aseguró, señalando que los árboles que rodean los nuevos lotes seguirán siendo parte del paisaje, como guardias silenciosas de quienes descansan bajo ellos.

Y aunque muchos piden reservar un lugar con anticipación, Soto Gracia dejó claro: no se vende, no se reserva, no se especula. Los lotes se asignan en el momento del fallecimiento, directamente en las oficinas de la Sindicatura, en el Departamento de Panteones. “No queremos que alguien piense que esto es un negocio. Es un derecho”, dijo.


Recorrido de memoria: los panteones listos para el Día de Muertos

Con el Día de Muertos a la vuelta de la esquina, Edna Soto Gracia recorrió los camposantos más concurridos de la ciudad, no como funcionaria, sino como vecina que sabe lo que significa ver a una madre limpiar una tumba con un trapo viejo y una vela de cera amarilla.

El recorrido comenzó en los panteones de la calle Reforma, donde las ofrendas ya empiezan a tomar forma: calaveras de azúcar, copas de atole, y flores de cempasúchil que se van apilando como pétalos de memoria. Allí, los puestos ambulantes preparan sus mesas con pan de muerto, dulces de calabaza y juguetes de papel para los niños que ya no están.

En el cementerio Del Rosario, revisó el flujo de agua, la limpieza de los caminos y la disponibilidad de baños públicos. “Aquí no puede haber olvido. Ni siquiera uno de agua”, dijo, mientras observaba cómo un hombre de edad avanzada colocaba con cuidado una fotografía enmarcada sobre una tumba.

En Jardines del Edén, la visita fue breve pero profunda. Las nuevas filas de nichos, aún sin nombre, esperaban en silencio. “Cada uno de estos espacios tiene un nombre que aún no se ha dicho”, murmuró Soto Gracia, antes de dejar una flor blanca sobre una de las losas recién colocadas.

El último punto fue el Campo Santo de los Héroes, en la colonia homónima, donde los veteranos de la guerra y los trabajadores del campo descansan juntos. Allí, el viento del norte traía el olor de las hojas secas y el aroma de las velas encendidas en las tumbas de los que ya no están, pero que nunca se van.

Los panteones de Nogales están listos. No solo con agua, con luz, con caminos limpios. Están listos porque, por fin, también están llenos de humanidad.