Brad Pitt exige documentación detallada sobre venta de viñedo francés en medio de litigio en Los Ángeles
La batalla legal que ha sacudido a Hollywood no se queda en salas de audiencias: sus raíces se hunden en las calles de Los Ángeles y en los campos de Francia, donde el peso de un matrimonio roto se convirtió en una guerra de documentos, propiedades y silencios.
Angelina Jolie, con la mirada fija en el futuro de sus hijos, insiste en que cada correo, cada nota, cada conversación privada entre ella y sus abogados está cubierta por el privilegio abogado-cliente. Pero para los representantes de Brad Pitt, esa defensa no es protección: es una cortina de humo. Y exigen que los documentos que podrían arrojar luz sobre los acuerdos ocultos sean entregados, sin excusas.
Lo que comenzó como una división de bienes se volvió un mapa de traiciones percibidas. Según versiones presentadas ante la corte, la propiedad familiar en Los Ángeles —donde los niños crecieron entre murales de arte y noches de cine en el jardín— y la finca en el sur de Francia, con sus viñedos y el viejo molino, fueron transferidas enteramente a Brad Pitt, sin un peso de compensación. Jolie ha dicho que fue un gesto, no un acuerdo: un intento de calmar el fuego tras el divorcio, de evitar que los niños sintieran el peso de las cuentas pendientes. Pero ahora, esos mismos documentos que suponía guardados en la intimidad, son los que podrían desmontar esa historia.
La corte publicó copias de los escritos, y en ellos se revela algo que duele más que cualquier demanda: aunque Jolie mantiene legalmente acceso a la casa de Los Ángeles, no ha puesto un pie en ella desde que los niños dejaron de correr por los pasillos. “No es una casa”, dijo en una declaración interna. “Es un eco”. Los recuerdos son tan vivos que ni siquiera los muebles pueden contenerlos. En Francia, la finca sigue intacta, pero las puertas están cerradas. Nadie la visita. Nadie quiere recordar.