Últimas jornadas de la Liga MX: batallas por el play-in y el título aún abiertas
Cada minuto aquí no se juega… se sobrevive. La suerte no llega por viento: se gana con gritos que no se apagan. En la frontera, el fútbol no es deporte: es memoria que no se rinde. Hoy, quien no lucha… ya perdió antes del primer tiro.
Para el Atlético San Luis, cada minuto en Alfonso Lastras se siente como un último suspiro antes del despeje. Con solo 9 puntos y aferrados al último lugar de la zona de clasificación, no basta con ganar: necesitan que el tiempo se detenga, que el viento del norte les lleve un poco de suerte, y que su gente en las gradas no deje de gritar. El Play-In ya no es un sueño: es una necesidad de supervivencia. Y hoy, frente a los Bravos de Juárez, no hay margen para errores.
Los Bravos, por su parte, no juegan por el sexto lugar: juegan para no caer. Ese empate 4-4 contra Puebla en casa no fue un triunfo, fue un espejismo. La presión no viene solo de la tabla, viene de los barrios de Juárez, de los mensajes en redes que no perdonan, de los que dicen que “aquí ya no se juega como antes”. Pero en el estadio, la franja no se rinde. Ni con el sol quemando el césped, ni con los silbidos que vienen de atrás. Hoy quieren que el rival se canse primero.
Mientras tanto, en el norte del país, Puebla no mira hacia abajo: mira hacia arriba. Con 32 puntos, están a un paso de la cima, pero no confían. Tigres los empareja, Toluca los adelanta, y Cruz Azul —con su muro defensivo en casa y la calma de quien sabe lo que quiere— espera con los brazos cruzados. El duelo entre Camoteros y Máquina no es solo un partido: es una prueba de fuego para ver quién tiene el alma de líder.
En Victoria, Necaxa y Santos Laguna se miran como dos viejos rivales que ya no se odian, pero tampoco se confían. Trece puntos contra diecisiete. Decimosexto contra décimo. Pero en esta liga, las posiciones no son eternas. Un gol en el minuto 89, un error de defensa, un penalti mal cobrado… y todo cambia. Los de Aguascalientes no piden milagros: solo que alguien más pierda. Los de Laguna, en cambio, saben que si no ganan, no importa lo que hagan los demás: se quedarán en el limbo.
En los bares de Reynosa, en las taquerías de Tijuana, en los camiones que cruzan la frontera con la radio encendida, la gente no espera una final. Espera que algo se rompa. Que un equipo que parecía olvidado levante la cabeza. Que otro, que iba de líder, se derrumbe sin que nadie lo empujara. Hoy no se juega por puntos. Se juega por dignidad. Por la memoria de los que vinieron antes. Por los que todavía creen que en México, el fútbol no se rinde, se pelea.