Sonora se lleva el título nacional de kickboxing con determinación, esfuerzo y oro en la medalla

Entre ellos, Martín Medrano no solo subió al podio dos veces: lo hizo con una precisión que dejó sin palabras a los jueces. En pointfighting, su movimiento lateral parecía coreografiado; en light contact, cada golpe era un corte limpio, sin exceso, sin ruido. “No gano por fuerza”, dijo tras la final, “gano por quietud”. Su doble oro no fue un accidente: fue el resultado de tres años de entrenamientos a las 5 a.m. en un gimnasio sin aire acondicionado, en Hermosillo, con el piso de madera agrietado y una sola pelota de boxeo que pasaba de mano en mano.

Sonora se lleva el título nacional de kickboxing con determinación, esfuerzo y oro en la medalla

La ola de éxitos no se detuvo ahí. Leonardo Tecotl, de apenas 13 años, desarmó a sus rivales con una velocidad que parecía fuera de su edad. Su técnica en pointfighting —cortos, rápidos, casi invisibles— fue comparada por un entrenador argentino con la de un “reloj suizo con puños”. Junto a él, Joyson Hernández y Paúl Barbosa completaron un trío de oro en la categoría infantil y cadetes menores, todos ellos con el mismo patrón: disciplina silenciosa, sin redes sociales, sin influencers, solo rutina y un padre que los llevaba en motocicleta a cada torneo del país.

En la rama femenina, Rania Meza rompió otro tipo de barrera. En una categoría donde las mujeres aún luchan por espacio, su victoria en light contact no fue solo técnica: fue simbólica. Con un corte en la ceja que sangró durante el tercer round, siguió peleando. Nadie la vio llorar. Solo se oyó su respiración, más fuerte que los aplausos.

Y entonces llegaron los adultos. Kenya Sánchez, de 22 años, se convirtió en la primera mujer sonorense en lograr el bicampeonato nacional en low kick 70. Su estilo, agresivo pero calculado, la ha convertido en referencia en los circuitos nacionales. Mientras, Archi Sánchez, hasta hace un año un entrenador que apenas salía del gimnasio para comprar tortillas, subió por primera vez al primer lugar en kick light 89. Su medalla no la recibió con gritos, sino con un silencio largo, mirando al techo, como si le agradeciera a alguien que ya no estaba.

En los próximos meses, estos atletas viajarán a Bélgica, donde el Campeonato Mundial Junior y Cadetes los espera. Para los mayores, la puerta al Panamericano Senior se abre apenas entreabierta. Pero aquí, en Sonora, ya no se habla de “posibilidades”. Se habla de nombres que se repiten en las escuelas, en los centros deportivos, en las conversaciones de los viejos que dicen: “Estos chicos no son de aquí. Son de otro planeta”.

Lo que pasa en Hermosillo no se queda en Hermosillo. En Nogales, los niños copian los movimientos de Rania en los patios de la primaria. En Ciudad Obregón, los padres dejan de pedirles a sus hijos que estudien medicina y les preguntan: “¿Y si te entrenas con Archi?”. En la frontera, donde los sueños se miden en dólares y en visas, estos atletas no venden ilusiones: venden ejemplo. Nadie les dio becas. Nadie les拍ó un video viral. Solo les dieron un par de guantes, un horario de entrenamiento y la certeza de que, si se quedaban quietos lo suficiente, el mundo los vería.

En el gimnasio de la calle 5 de Mayo, donde el techo gotea cuando llueve y las paredes tienen las firmas de tres generaciones de boxeadores, un cartel nuevo cuelga ahora junto al espejo: “No se nace campeón. Se nace en silencio”. Y bajo él, cada mañana, cinco niños más llegan antes del amanecer. Sin cámaras. Sin seguidores. Solo con el mismo piso agrietado, la misma pelota de boxeo, y la misma quietud que, con el tiempo, se convierte en eco.