Arizona opta por limitar la velocidad en lugar de suspender licencias
La tecnología, conocida como Intelligent Speed Assistance (ISA), ya no es algo que solo se ve en películas de futuro. En las carreteras de Sonora y Chihuahua, donde los límites de velocidad se ignoran como si fueran sugerencias, este sistema empieza a cambiar las reglas del juego. Usa GPS y señales de red móvil para saber exactamente cuánto puedes ir en cada curva, cada tramo de highway, cada camino rural. Si pisas el acelerador más de la cuenta, el auto responde como un padre que no habla, pero sí detiene: el motor se rebela suavemente, como si la tierra misma se negara a dejarte correr.
Quienes han sido multados por ir más de 35 km/h por encima del límite ya no tienen que entregar su licencia y perder su trabajo. Ahora pueden elegir instalar este dispositivo en su vehículo. No es un castigo. Es una segunda oportunidad con ruedas. “No se trata de quitarles el volante”, dice Marisol Ríos, legisladora de Chihuahua que lleva dos años impulsando la propuesta. “Se trata de darles el camino de vuelta: a la clínica, a la escuela de sus hijos, al taller donde trabajan desde los 16 años. La ley no es para encerrar. Es para no perderlos”.
El aparato no se desactiva con un botón ni con un corte de corriente. Si alguien intenta manipularlo, el sistema envía una alerta automática al fabricante —y de ahí, directo a la policía de carreteras. No es vigilancia. Es responsabilidad. Y en un estado donde cada año más de 1,200 personas mueren por exceso de velocidad —solo superado por los accidentes con alcohol—, esa quietud silenciosa puede salvar vidas.
El modelo no es invención local. Ya circula en Europa desde hace más de una década. En 2025, Virginia y Washington D.C. lo hicieron obligatorio en EE.UU. Pero ahora, Arizona no es el único que lo sigue. New York, Georgia y Florida también están probando versiones adaptadas a sus carreteras. Y en la frontera, donde el auto es parte de la identidad, la idea cala más profundo: cuando pierdes tu licencia, pierdes tu forma de vivir. Este sistema no te excluye. Te mantiene en movimiento.
Algunos lo comparan con los alcoholímetros obligatorios para conductores con antecedentes de ebriedad. Ambos son barreras físicas entre el error y la tragedia. Pero mientras el alcoholímetro exige que soples, que actúes, que demuestres que estás sobrio, el ISA trabaja sin pedir permiso. No te pregunta. Solo te detiene. Y en un país donde conducir es casi un derecho sagrado, eso no es solo tecnología. Es una nueva forma de cuidar.