Ganaderos esperan reanudar envíos a EE.UU. antes de fin de año

Aún sin una fecha concreta, los ganaderos de Sonora mantienen la esperanza de que, antes de que caiga la última brisa del otoño, las puertas de la frontera con Estados Unidos vuelvan a abrirse para el paso del ganado en pie. “No es cuestión de técnicas, es cuestión de decisiones”, dice Juan Ochoa Valenzuela, presidente de la Unión Ganadera Regional de Sonora (UGRS), mientras mira hacia el norte, donde los pastos crecen más altos y los mercados esperan.

Ganaderos esperan reanudar envíos a EE.UU. antes de fin de año

Desde que el cierre más reciente se impuso en julio —tras un nuevo caso de gusano barrenador detectado en Veracruz—, autoridades federales y locales han trabajado sin pausa para ajustar los protocolos sanitarios. No se trata solo de revisar certificados o revisar vacunas: es reconstruir la confianza que se desgastó con cada cierre y reapertura abrupta. “Nosotros hemos hecho nuestra parte. Ahora toca que ellos también cumplan”, añade Ochoa, con la voz serena pero firme, como quien no se rinde aunque el reloj avanza.

Poner una fecha es difícil, porque esto no se resuelve con laboratorios ni con controles de calidad. Se resuelve con voluntad política. Yo veo señales. No digo que sea mañana, pero sí digo que no tardará. Si tengo que apostar, diría que entre noviembre y diciembre, el ganado volverá a cruzar. Eso es lo que quiero creer.

En los ranchos del norte, donde el viento lleva el olor del pasto seco y el sonido de las vacas es el ritmo cotidiano, la incertidumbre ha convertido la espera en una nueva carga. Muchos ganaderos intentaron vender en el mercado interno, pero los precios se desplomaron y los frigoríficos no daban abasto. “No podemos mantener 100 mil cabezas más de lo normal. El ganado no espera, no se detiene por un decreto”, explica Ochoa. “Algunas de esas cabezas ya se vendieron porque llegaron a su momento, otras se murieron de estrés, otras se volvieron demasiado pesadas para los camiones que ya no tienen espacio.”

Empezamos con un rezago de entre 100 y 120 mil cabezas. Hoy, quizás un 20 o 30 por ciento ya se fue, por necesidad, por urgencia, por falta de alternativa. Pero aún quedan 80, 90 mil que necesitan salir. Y ahora, con la nueva temporada de cría y engorda, el número vuelve a subir. No podemos seguir así. El norte necesita este ganado. Y nosotros, necesitamos que lo acepten.

La historia reciente es un ciclo que duele: en noviembre de 2024, tras un caso en Chiapas, Estados Unidos suspendió las importaciones. Se reabrió en marzo, se volvió a cerrar en mayo por otro brote en Veracruz, se reabrió en julio… y cayó otra vez en menos de siete días. Cada vez que se cierra, no solo se pierde dinero: se pierde tiempo, se pierde confianza, se pierde el futuro de quienes nacieron con el ganado en la sangre y la frontera en la mirada.

En los pueblos fronterizos, ya no se habla de “exportación” como un término técnico. Se habla de “volver a trabajar”. De volver a ver los camiones llenos de vacas cruzando el puente. De volver a respirar sin el peso de lo que no se puede vender. Y mientras tanto, los ganaderos siguen mirando al norte, con la esperanza de que, esta vez, la puerta no se cierre de nuevo.