Finaliza la filmación de 'El Coyote' en Nogales con total normalidad
Con el último encuadre ya en la caja, la filmación de El Coyote cerró sus tomas en Nogales, Sonora, sin contratiempos mayores y con un clima de complicidad entre el equipo y la gente de la calle. Las luces se apagaron sobre la avenida Internacional justo cuando el sol se despedía tras las colinas del norte, y con él, se desvaneció la tensión de semanas de rodaje que transformaron calles cotidianas en escenarios de película.
El comandante de tránsito municipal, Eliceo Estrada Muñiz, recordó que desde el primer día, los agentes se convirtieron en parte del guion: no solo señalizaron desvíos, sino que también respondieron preguntas de curiosos, ayudaron a madres con niños, y hasta dieron direcciones a turistas que creyeron que la filmación era un evento público. “No fue solo cerrar calles —dijo—, fue abrir puertas a una historia que se contaba frente a nosotros”.
A las ocho de la noche, cuando el director gritó “corten” por última vez, los productores bajaron del camión con bolsas de dulces y botellas de agua para los extras. Muchos de ellos eran vecinos de la colonia López Mateos, comerciantes de la avenida, o incluso un abuelo que llevaba 40 años vendiendo tacos al pastor justo donde ahora hay una fachada de salón de baile de los años 50. Agradecieron, sí, pero también se despidieron como si se fuera un amigo que se mudaba.
Hubo quejas, claro. Algunos conductores, sobre todo los que llegaban de Arizona, se estresaron con los desvíos. Otros, confundidos por el cambio de escenario, preguntaban si ya habían filmado la escena del tren o si el actor que vestía de vaquero era de verdad un forastero. Pero la mayoría entendió. “Aquí no se vive de quejarse —me dijo una mujer que vendía nieve en la esquina de Hidalgo—. Si nos dan algo de vida en medio del día normal, ¿por qué no colaborar?”
No hubo accidentes, no hubo heridos, ni un solo incidente con vehículos o personas. Todo se movió con calma, con respeto, y con ese toque de frontera que solo se entiende cuando sabes que tu vecino también es parte de la película. El apoyo del municipio, de tránsito y de seguridad pública fue clave, pero lo más valioso fue la paciencia de quienes viven aquí, día a día, entre dos mundos.
La jefatura de tránsito municipal no solo agradeció a los conductores, sino también a los dueños de tiendas que dejaron sus puestos por horas, a los dueños de estacionamientos que no cobraron mientras duró el rodaje, y a los niños que, en vez de correr, se quedaron mirando la cámara como si fuera un milagro. “Esto no es solo cine —dijo Estrada—. Es un espejo de quiénes somos aquí”.
Cabe destacar que, aunque el gobierno municipal no recibió un solo peso por la producción, la derrama económica fue tangible: hoteles llenos, restaurantes con colas hasta la madrugada, y hasta un pequeño negocio de sombreros que vendió más de doscientas piezas en una semana. El Coyote se fue con el guión terminado, pero dejó algo más: una historia que ya no solo pertenece a la pantalla, sino a quienes la vivieron desde la acera.