Sheinbaum impulsa reforma histórica del Poder Judicial
El aire en Palacio Nacional cargaba una mezcla de expectativa y escepticismo esta mañana; mientras los reflectores se enfocaban en el podio, algo más que el protocolo habitual se respiraba: la promesa de un sistema judicial distinto, uno que, según las palabras de la máxima autoridad, no se parecerá en nada al que conocíamos
El reloj de la justicia empieza a correr con nuevos nombres, pero los mismos problemas de siempre acechando. Así concluye un día histórico para el Poder Judicial mexicano, marcado por la toma de protesta de 881 nuevos juzgadores y la renovación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
La ceremonia en el Senado, presidida por Claudia Sheinbaum, fue un despliegue de solemnidad y promesas. "Un cambio de era", lo llamó la mandataria, un giro radical que, según sus palabras, no tiene precedentes a nivel global. Pero la realidad es más compleja que un simple discurso.
Los datos son contundentes:
- 881 nuevos juzgadores electos por votación popular el pasado 1 de junio, un número sin precedentes en la historia reciente del país.
- 9 ministros renovados en la SCJN, incluyendo figuras como Hugo Aguilar, quien asume la presidencia de la Corte.
- Nombres como Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz, entre otros, integran ahora el nuevo mapa del Poder Judicial.
Sheinbaum, con su característico tono firme, reiteró el compromiso de un Poder Judicial libre de corrupción e influencias externas: "Que la justicia no se venda, no se doblegue", afirmó ante los presentes, quienes parecían cargar con la pesada responsabilidad de reformar un sistema judicial históricamente criticado.
Sin embargo, la euforia inicial se ve templada por la persistencia de interrogantes cruciales. ¿Cómo asegurar la independencia real de estos nuevos funcionarios? ¿Qué mecanismos garantizarán que la historia no se repita y se eviten los vicios del pasado? La misma Sheinbaum reconoció el desafío: el verdadero reto no reside en la toma de protesta, sino en demostrar día a día que las sentencias se basan en la ley, y no en intereses ocultos.
Mientras los analistas revisan con lupa las trayectorias de los nuevos ministros, queda claro que el éxito de este "cambio de era" dependerá de su actuar. La promesa de una justicia renovada se enfrenta a la dura realidad de un sistema con profundas raíces en la opacidad y la corrupción. El camino es largo y la tarea, titánica. El futuro, por ahora, es incierto.