Melissa arrasa el Caribe: ciudades en ruinas y un silencio que lo dice todo
La mañana después del impacto del huracán en Santiago de Cuba reveló una escena de destrucción personal. Reinaldo Charon, cuyo hogar fue desmantelado por el meteoro poco antes de las 3:00 a.m., solo pudo recoger una lámina de zinc doblada como "un juguete roto". "Eso fue infernal. Toda la noche, algo tremendo", relató después, su voz apagada por el polvo y el agotamiento. En la misma ciudad, Alexis Ramos encontró su lancha de pesca sepultada por una pared de concreto; de su casa, solo quedaba la marca de su contorno en el suelo, como la silueta de una pérdida.
El Costo Humano: Cifras vs. Nombres
Mientras Cuba reportaba cero muertes a pesar de los "daños cuantiosos" (infraestructura eléctrica y sistemas de agua colapsados, cosechas de café y plátano arrasadas, y 735,000 personas evacuadas), el balance en el resto del Caribe se medía en vidas perdidas.
- Haití: La emergencia era una cuestión de números: más de cuarenta muertos confirmados. Decenas de campamentos de refugiados fueron inundados, y los centros de salud quedaron sin luz, medicinas ni agua potable. Charly Saint-Vil, un abogado en Petit-Goâve, atestiguó la desesperación: "Buscaban a sus hijos. Gritaban sus nombres como si el eco pudiera devolverlos".
- Jamaica: Veinticinco mil personas buscaron refugio. El suroeste de la isla quedó transformado en un "mapa desgarrado", con puentes caídos y carreteras intransitables, dejando comunidades aisladas por más de treinta horas. El primer ministro Andrew Holness admitió que la logística colapsó al amanecer.
- Otros Países: Panamá reportó tres fallecidos y República Dominicana, uno.
La Lenta Llegada de la Asistencia
La ayuda internacional se moviliza con lentitud. Entidades como la ONU, el Reino Unido ($3.3 millones de dólares), y Estados Unidos (con equipos de rescate urbano, paquetes higiénicos y agua) han prometido asistencia. Sin embargo, la destrucción de las rutas está demorando su distribución. En muchos puntos, la ayuda aún no ha llegado, y los helicópteros vuelan sobre áreas que permanecen incomunicadas desde el impacto.
Un Gesto Común
En medio de la devastación, se repiten gestos de resiliencia: ancianos protegen fotos empapadas en bolsas de plástico, los jóvenes cargan baterías de teléfonos en motocicletas en busca de señal, y los pescadores se sientan en los muelles destrozados, observando el mar. En todas las islas, el instinto es el mismo: tocar lo que queda. Es un acto mudo, como si el contacto físico pudiera, de alguna forma, iniciar la reconstrucción de lo que el viento se llevó.