China y EE.UU. restablecen flujo de suministro global tras acuerdos discretos

No ganaron. No perdieron. Solo dejaron de estrangularse. En la frontera, los camiones ya no esperan tres semanas… solo llevan café. China soltó el cuello de las tierras raras. EE.UU. respiró. México, siguió ensamblando. Lo que no se firmó… fue lo que salvó a las cadenas de suministro.

China y EE.UU. restablecen flujo de suministro global tras acuerdos discretos

“No se trata de ganar, sino de no perderlo todo”, murmuró un operador de carga en Tijuana mientras ajustaba las cadenas de un contenedor rumbo a El Paso. No era un diplomático, ni un economista. Solo alguien que veía cómo los camiones volvían a cruzar la frontera sin esperar tres semanas en la cola. Eso, más que cualquier comunicado, era la prueba real de que algo había cambiado.

En Beijing, no se firmó un tratado de paz. Tampoco se anunció la caída de los aranceles como prometió Washington. Pero cuando China suspendió temporalmente sus restricciones a la exportación de tierras raras —esos minerales invisibles que hacen funcionar los teléfonos, los drones y los chips de última generación—, el mercado global respiró. China no cedió. Simplemente dejó de apretar el cuello. Y en ese silencio, Estados Unidos encontró el espacio que necesitaba: un año para que sus cadenas de suministro, rotas desde 2023, volvieran a latir.

En Monterrey, las fábricas que ensamblan partes para Apple y Dell dejaron de parar. Las líneas de montaje, que durante meses funcionaron a media capacidad por falta de componentes, volvieron a girar con ritmo constante. Los ingenieros de Huawei y ZTE, que habían estado en modo “espera”, volvieron a enviar correos con fechas de entrega. No hubo avances en la venta de chips de 5 nm, pero sí algo más valioso: tiempo. Un año para que las empresas mexicanas que dependen de esos insumos no se queden sin pedidos, sin nóminas, sin futuro.

El acuerdo también trajo consigo:

  • Un aumento en las compras chinas de soja estadounidense, con contratos por más de 12 millones de toneladas en los próximos seis meses —una buena noticia para los agricultores de Texas y Coahuila, donde las cosechas se ven afectadas por la sequía y el precio.
  • La eliminación de las tasas portuarias recíprocas, que habían encarecido el transporte entre ambos países en un 18%. Ahora, un contenedor que antes costaba $2,800 para llegar a Veracruz cuesta menos de $2,300. El ahorro se reparte en los estantes de los supermercados.
  • Un compromiso de cooperación en la interdicción de fentanilo, aunque sin detalles sobre cómo se coordinarán los operativos. Los agentes de la DEA en Laredo y los de la Semar en Tamaulipas ya empezaron a compartir inteligencia. No es mucho, pero es algo que no había antes.

Lo que no se dijo fue tan importante como lo que sí. Ningún líder mencionó Taiwán. Nadie habló de las islas en el Mar de China Meridional. Ni siquiera se comentó la nueva prueba nuclear que Trump anunció horas antes del encuentro —una señal de fuerza, dicen los analistas, pero no una amenaza real. En la mesa, no se discutió quién tenía razón. Se discutió quién seguía en pie.

La desconfianza no desapareció. Sigue ahí, en cada contrato, en cada inspección aduanera, en cada mirada entre los ministros de Economía cuando se firman los papeles. Pero ahora, también hay una nueva costumbre: los funcionarios de ambos lados se llaman por teléfono sin necesidad de un mediador. Se hablan. No como enemigos. No como aliados. Como vecinos que saben que si uno se cae, el otro se quedaría sin luz.

En la terminal de Yantian, donde las grúas se mueven como si fueran un solo organismo, los operarios no preguntan quién ganó. Solo ven los contenedores salir. Y en la frontera norte, donde los camiones cruzan con menos retrasos, los choferes ya no llevan comida para tres días en la cabina. Ahora, llevan café. Y un mapa actualizado. Porque por primera vez en 18 meses, lo que sale de Shanghai llega a Houston en ocho días. No en tres semanas. No en un mes. En ocho días.