Las políticas migratorias afectan las ventas de scooters en Miami

Las calles de Miami ya no rugen con el sonido de cientos de motocicletas. Lo que hace apenas un año era un paisaje urbano dominado por scooters, hoy parece un recuerdo lejano; el cambio no fue gradual, sino abrupto, como si alguien hubiera apretado un interruptor invisible

Las políticas migratorias afectan las ventas de scooters en Miami

El sol caía sobre el taller de Boris Pedraza, pintando largas sombras en las paredes llenas de herramientas. El silencio, roto solo por el zumbido de un ventilador, era tan pesado como el miedo que sentía el dueño de El Rey de las Motos. "Ya no es negocio", susurró, con la mirada perdida en un destornillador.

Su negocio, antaño un torbellino de actividad con más de 10 scooters vendidos al día, ahora languidecía. Una o dos ventas semanales, un reflejo desolador de una crisis que va más allá de la economía.

Los números son implacables:

  • Ventas de scooters desplomadas más del 80% desde enero.
  • Cierre de al menos 6 concesionarios en Miami-Dade.
  • Crisis financiera generalizada por impagos masivos.

Yonathan Rodríguez, proveedor de repuestos con dos décadas de experiencia, lo explica con crudeza: "Antes, la moto era la solución; ahora, un objetivo. Si te ven en una, asumen que eres indocumentado". Una percepción que se ha convertido en una realidad autoimpuesta.

Historias de desilusión se acumulan: la joven haitiana deportada y su scooter negro financiado, los mecánicos que ahora construyen motos para Cuba en lugar de venderlas localmente. El paisaje comercial se ha transformado: las filas de scooters nuevos han dado paso a joyerías clandestinas y improvisadas cafeterías.

La crisis ha disparado los precios:

  • Neumáticos: de $15 a $57 por aranceles.
  • Alquileres comerciales duplicados en 5 años.
  • Seguros inalcanzables para los pocos que aún conservan sus motos.

Diosday Monzón, cubano con residencia legal, sigue utilizando su scooter de 150cc por necesidad. "Con $5 de gasolina hago 150 km. En carro, no sobreviviría", dice mientras ajusta el manubrio. Pero incluso él reconoce el peligro: cada semáforo es un obstáculo, una potencial causa de deportación.

Pedraza, observando la calle desierta desde su taller, recoge una pieza para enviar a Orlando. "Era el sueño americano sobre ruedas. Ahora es la pesadilla", lamenta, mientras el eco del pasado resuena en la quietud del lugar. Un taller vacío, un reflejo de una industria en agonía.