Inundaciones del Río Guadalupe minan la confianza en las autoridades de Texas

El río Guadalupe dejó más que lodo y escombros a su paso por el condado de Kerr. Lo que se llevó con furia el 4 de julio aún no ha sido repuesto: la confianza en las autoridades; mientras las cámaras se apagan y los voluntarios internacionales regresan a sus países, los vecinos de esta zona rural de Texas enfrentan una pregunta incómoda: "¿Quién responde cuando el agua baja y las cámaras se van?

Inundaciones del Río Guadalupe minan la confianza en las autoridades de Texas

La grúa excavadora permanece inmóvil, como una escultura de metal oxidado que refleja la parálisis que aún domina Center Point. A sus pies, Graciela Reyes, de 70 años, limpia fotos familiares rescatadas del lodo, un gesto silencioso frente al devastador paso del huracán. "Mis nietos tenían esa edad", susurra al pasar junto al improvisado memorial del Campamento Mystic, donde las flores marchitas y los peluches son un testimonio mudo de la tragedia.

Los números, fríos y desgarradores, hacen eco del dolor: 136 muertos en la región de Hill Country, 100 solo en Kerr County, 27 niñas del Campamento Mystic arrastradas por la corriente. Estos datos, más que estadísticas, son la medida de una devastación que Mike Richards, de 67 años, resume con amargura: "Aquí no ha llegado ni un maldito centavo de lo que pagamos en impuestos", dice frente a los restos de su taller de carpintería, reducido a tablas astilladas y herramientas oxidadas. Las marcas de agua a dos metros de altura en su casa son un recordatorio constante de la fuerza implacable de la naturaleza.

La audiencia legislativa de este jueves en Kerrville se perfila como un campo de batalla. W. Nim Kidd, jefe de Gestión de Emergencias de Texas, ya lanzó su declaración: "La responsabilidad última recae en los funcionarios locales". Una acusación directa en un condado donde el sistema de alerta temprana, para el que se destinaron fondos en 2019, nunca se implementó.

Mientras los debates sobre culpas se intensifican, Abby Walston, coordinadora del programa juvenil de la Iglesia de la Trinidad, trabaja incansablemente. "Aquí nadie pregunta primero de qué partido eres antes de tenderte una mano", dice mientras coordina la distribución de pañales, leche en polvo y medicinas, una lista que crece cada semana, incluyendo tratamientos para el estrés postraumático en niños.

El silencio de Graciela Reyes, frente al campamento devastado, es más elocuente que cualquier discurso. Su gesto, de limpieza y memoria, es un contrapunto a la parálisis administrativa y la espera interminable de una ayuda que aún no llega. El futuro, incierto e impredecible, se dibuja en el horizonte, tan sombrío como la maquinaria inactiva que observa el silencio de Center Point.