Natalia Téllez: Cómo ser madre cambió todo en su vida y en su trabajo

La conductora y actriz Natalia Téllez nunca buscó ser un modelo, pero desde que su hija Emilia nació en enero de 2022, muchas jóvenes la miran como quien mira la luz al final del túnel —no porque sea perfecta, sino porque aprendió a caminar con las heridas abiertas y aún así cantarle canciones de cuna.

Natalia Téllez: Cómo ser madre cambió todo en su vida y en su trabajo

En un video grabado en su cuarto, con la luz tenue de la tarde entrando por la ventana y Emilia dormida en sus brazos, Téllez habló sin guion, sin maquillaje, sin filtros: “Antes, cada vez que subía a un set, sentía que tenía que demostrar que merecía estar ahí. Ahora, cuando la miro dormir, me doy cuenta de que ya no necesito demostrar nada. Solo necesito estar.”

Las palabras no fueron dramáticas, pero sí profundas. Habló de no poder dormir por miedo a que su bebé no respirara, de llorar en el baño de una taquería en Tijuana mientras esperaba su orden, de cómo el simple hecho de ver una nube en forma de corazón le hizo recordar que el mundo no se detiene cuando tú te derrumbas.

“Antes, la maternidad me asustaba como algo que te roba. Ahora sé que te devuelve lo que nunca supiste que habías perdido: la paz de no tener que ser otra persona para ser suficiente,” dijo, con la voz un poco rota, pero firme. Su relato no fue de superación épica, sino de pequeños milagros diarios: el olor de la crema de bebé en la piel, el silencio que se hace cuando Emilia se queda dormida en su pecho, el hecho de que ya no le importa si se le olvidó el maquillaje para una entrevista.

En las redes, las mujeres de entre 25 y 30 años —muchas de ellas madres solteras, inmigrantes, estudiantes, trabajadoras de turnos largos— respondieron con mensajes que parecían cartas de amor a sí mismas: “Gracias por decirlo en voz alta. Yo también sentí que mi vida se apagó… hasta que mi hijo me enseñó a encenderla de nuevo.”

Téllez no habla de “equilibrio” ni de “ser mujer y mamá sin perder la identidad”. Ella habla de desaprender. De soltar el control. De aceptar que el amor no es un logro, sino un acto cotidiano, a veces sucio, a veces cansado, pero siempre real. “No soy más fuerte por ser madre. Soy más humana. Y eso, en este mundo loco, es ya una revolución.”