El silencio de Arturo Arredondo tras la ruptura con Pepe Madero: una amistad rota por la traición

Entre los aplausos y los flashes, nadie mencionó a Arturo Arredondo. Y él, desde la oscuridad de la platea, no se movió. No sonrió. No se fue.

El silencio de Arturo Arredondo tras la ruptura con Pepe Madero: una amistad rota por la traición

Lo que pasó después de ese concierto no fue chisme de fiesta. Fue el eco de algo que ya llevaba años rompiéndose en silencio. Según quienes estuvieron cerca, la separación entre Pepe y Arturo no nació de discusiones en el estudio ni de tensiones artísticas. Se cayó como un techo viejo: sin advertencia, pero con mucho peso acumulado. Todo empezó en una habitación con puerta cerrada, un celular encendido y una conversación que nunca debió salir de ahí.

“Eran más que compañeros. Eran el uno para el otro cuando el mundo los ignoraba”, dice Luisa, quien trabajó con ellos en los primeros años de PXNDX. Mónica, esposa de Arturo, y Vicky, pareja de Pepe, se conocieron en un taller de cerámica en Tepito. Se hicieron hermanas de elección: viajaban juntas a Puerto Vallarta, se mandaban memes a las 3 a.m., se peleaban por quién cocinaba mejor los tamales. Las fotos en Instagram lo contaban todo: abrazos en el Malecón, cervezas en el Barrio Antiguo, los dos pares de zapatos siempre juntos frente a la puerta de casa. Hasta que, de un día para otro, las etiquetas dejaron de ser #teampxndx y se volvieron #solos.

Las pruebas no llegaron por un hackeo. Llegaron por una sospecha que se convirtió en certeza. Vicky no buscó escándalo. Buscó paz. Y cuando encontró los audios —esos mensajes que no debían existir fuera de la intimidad—, fue directo a Arturo. No gritó. No lloró. Solo le preguntó: “¿Esto es lo que quieres?”. Él no respondió. No tuvo que.

Lo que siguió no fue una pelea. Fue un adiós disfrazado de regalo. Pepe le entregó una vajilla de barro hecho por artesanos de Oaxaca: platos con diseños de flores secas, cada uno pintado a mano. Nadie entendió el detalle hasta que alguien escuchó a un asistente decir: “No te doy un abrazo. Te doy platos. Porque ya no vamos a comer juntos”. Como si el gesto fuera un mapa de lo que ya no existía: una mesa vacía, dos sillas, y el silencio entre los cubiertos.

Arturo no dio entrevistas. No subió historias. Pero cuando Mich Rubalcava lo encontró en la puerta de su tienda, en Juárez, tras una tarde de lluvia, no se escondió. Su respuesta fue como un cuchillo envuelto en lana: “¿A estas alturas? Medio Monterrey ya sabe. No pretendo hacer una entrevista sobre eso”. Y luego, como si hablara con alguien que ya no está: “La verdad siempre encuentra su camino, sin ayuda mía. Uno aprende a no meterse al lodo con marranos”.

Desde entonces, cada vez que alguien pregunta por un regreso de PXNDX, Pepe responde con una frase corta: “Esa etapa está superada”. Ahora, esa frase duele más. No fue el cansancio. No fue la fama. Fue la traición de alguien que sabía tus miedos, tocaba tus guitarras rotas, y te acompañó hasta el borde del abismo… y luego te empujó.

Arturo, en los últimos años, se ha convertido en un hombre de pocos ruidos. Su mundo ahora es Desierto Drive: una tienda de ropa y vinilos en la calle Hidalgo, con paredes de ladrillo visto y música de rock alternativo sonando bajo el techo. No habla de Pepe. No lo nombra en redes. Pero en una entrevista grabada en secreto, confesó algo que nadie más ha oído: aún guarda la guitarra que Pepe le prestó en 2007. La misma que usó en el primer concierto de Los malaventurados no lloran. La tiene en su estudio, entre un par de botellas de tequila vacías y una foto descolorida de los dos en la carretera a Chihuahua. No la toca. No la limpia. La deja allí, como una herida que no quiere cerrar… pero tampoco volver a abrir.