La noche que Joaqui y Cazzu callaron y el internet escuchó
Nadie la había vestido para las cámaras. Solo para que se sintiera como una reina de dulces y sombras.
Detrás de ella, una figura conocida se inclinó para ajustarle la corona de papel aluminio. No era una tía. No era una amiga de la infancia. Era La Joaqui, la voz que ha hecho temblar los bajos de los clubes de Tijuana, la artista que evita los flashes —y que, en ese momento, parecía más en casa entre globos y confeti que en cualquier escenario.
El video, publicado sin maquillaje digital por Cazzu en sus historias, no tenía filtros, ni canción de fondo, ni leyenda. Solo el eco de una risa de niña, el crujir de un disfraz de espuma mal pegado, y la voz suave de La Joaqui murmurando: “¿Listo para asustar a los duendes?”. En menos de once horas, el clip había superado los 4 millones de reproducciones. Nadie hablaba de los beats. Nadie mencionaba los lanzamientos. Todos solo decían: “Esa es su hija, ¿no?”. Y luego, silencio. Como si alguien hubiera encendido una vela en medio de una noche de invierno en la frontera.
La conexión entre ambas no nació en conciertos conjuntos ni en entrevistas de revista. Se construyó en viajes de 3 a.m. entre Mexicali y Ciudad de México, en mensajes de voz cuando una estaba en la sala de partos y la otra en un autobús rumbo a El Paso, en los abrazos que no terminan cuando se acaba la canción. Este Halloween no fue una campaña. Fue un acto silencioso de familia: una mujer que nunca tuvo hermanas decidió, sin pronunciarlo, que Inti sería su pequeña hermana de elección.
En las redes, los comentarios se partieron en dos: quienes veían una amistad rara entre dos estrellas, y quienes reconocían algo más profundo —una forma de maternidad elegida que no requiere sangre, solo presencia. Algunos lo llamaron “sororidad en tiempos de redes”. Otros, simplemente, lo llamaron amor.
En el fondo del video, entre los globos de colores y los paquetes de caramelo, se ve un pequeño cartel hecho a mano: “Brujita de dos años”. No está firmado. Pero todos saben quién lo escribió. Y nadie lo borra.