Frustran plan terrorista en concierto de Lady Gaga
Río de Janeiro se prepara cada año para eventos de gran magnitud, movilizando recursos y personal para garantizar la seguridad de millones de asistentes; este despliegue logístico y de seguridad es crucial para el éxito de estos espectáculos, y en ocasiones, se convierte en un reto que requiere una gran coordinación interinstitucional
Un concierto gratuito de Lady Gaga en Copacabana reunió a 2.1 millones de personas, un evento que, a pesar de su éxito rotundo, estuvo a punto de terminar en tragedia. La deslumbrante actuación de la cantante en la playa carioca, protegida por un despliegue de seguridad monumental —5 mil agentes, 78 torres de observación, drones con tecnología de reconocimiento facial y una docena de cámaras adicionales— opacó una trama terrorista que afortunadamente fue desmantelada.
La Policía Civil de Río, en una operación conjunta con las fuerzas de seguridad de São Paulo, Rio Grande do Sul y Mato Grosso, y con el apoyo del Ministerio de Justicia, logró detener a dos individuos implicados en un plan para detonar explosivos caseros durante el concierto. El cerebro de la operación, un hombre adulto, fue capturado en Rio Grande do Sul por posesión ilegal de armas, mientras que su cómplice, un adolescente, fue arrestado en Río de Janeiro, también por posesión de material ilícito: pornografía infantil.
Las investigaciones revelaron que los sospechosos reclutaban a través de internet para llevar a cabo sus planes, buscando la notoriedad en redes sociales. La investigación también apuntó a la difusión de mensajes de odio contra la comunidad LGBTI por parte del grupo, lo que aumenta la gravedad de la situación. La detención frustró un ataque que podría haber tenido consecuencias devastadoras, manchando la alegría de un evento que movilizó a millones.
El regreso triunfal de Lady Gaga a Río, tras cancelar su presentación en Rock in Río 2017, se convirtió en un símbolo de resiliencia y un ejemplo de la importancia de la cultura en la ciudad. El evento, sin embargo, sirve como un crudo recordatorio de la constante amenaza de la violencia y la necesidad de una vigilancia incesante, más allá de la infraestructura para grandes eventos, para garantizar la seguridad de todos los brasileños.