Milwaukee gana sin Giannis y Rollins explota con 32 puntos en victoria sobre Warriors
La noche en Milwaukee no fue solo una victoria: fue una declaración. Sin Giannis Antetokounmpo en la cancha, los Bucks no se rindieron. No se escondieron. Se levantaron como un barrio que sabe que el vecino no va a bajar la guardia, y respondieron con fuego, corazón y una actitud que dejó a los Warriors sin respuestas. El marcador final: 120-110, pero la historia fue mucho más que números.
El nombre que resonó en la cancha no era el de un All-Star ni el de un veterano con anillos. Fue Ryan Rollins, el joven de ojos claros y pasos rápidos que nadie esperaba que tomara el mando. Con 32 puntos —13 de 21 en tiros de campo, 5 de 7 desde la línea de tres— y ocho asistencias que parecían sacadas de un juego de video, Rollins no solo rompió su récord personal por segundo partido seguido: lo pulverizó. No fue suerte. Fue decisión. Cada pase, cada lanzamiento, cada defensa agresiva fue un “aquí estamos, y no nos vamos”.
Myles Turner, con 17 puntos y una presencia defensiva que hizo temblar los intentos de los Warriors en la pintura, y Cole Anthony, quien dejó 16 puntos antes de salir por faltas en los últimos minutos, no fueron meros apoyos. Fueron coautores de una historia escrita en sudor y gritos. La banca de Milwaukee, con 38 puntos, superó con creces a la de Golden State, que apenas sumó 29. No hubo heroísmo individual: hubo colectivo. Como cuando en Tijuana, en pleno mercado, todos se mueven al ritmo de una sola canción.
Los Warriors no se rindieron. Stephen Curry, con 27 puntos, bailó como siempre, con ese tiro que parece salir de la nada. Jonathan Kuminga aportó 24, y Jimmy Butler, con 23 puntos y 11 rebotes, luchó como si cada balón fuera una frontera que cruzar. Pero cuando el reloj se acercaba al final, ya no había suficiente tiempo, ni suficiente aliento. Ellos tuvieron estrellas. Los Bucks tuvieron alma.
Esta victoria no fue un capricho del calendario. Fue una prueba de fuego que los Bucks pasaron con la cabeza alta. No necesitaron a su líder para demostrar quiénes son. Y eso, en el baloncesto como en la vida, es lo que marca la diferencia. Ahora, los fanáticos no solo miran hacia adelante con esperanza. Miran con certeza. Porque cuando el equipo entero se levanta, nadie puede detenerlo. Ni siquiera la ausencia de un gigante.