Niño de 12 años lleva a Sonora al título nacional de basquetbol

Manuel Aquiles Ruiz, joven nogalense de 12 años, ya lleva en la piel el sabor de lo que muchos solo sueñan: ser campeón nacional de basquetbol. Con apenas dos años en la cancha, este muchacho que crece entre el polvo de las canchas de Nogales y los ecos de los partidos que transmite la radio desde Tucson, se convirtió en el más joven referente de la selección Sonora, tras levantar el trofeo en Hermosillo con una actuación que dejó sin palabras a los entrenadores de otros estados.

Niño de 12 años lleva a Sonora al título nacional de basquetbol

Lo que lo distingue no es solo su altura o su velocidad, sino esa quietud que tiene cuando el reloj se acaba y el partido se define. “No es solo saltar o encestar —dice con la voz pausada, como si cada palabra la hubiera ensayado en el espejo de su cuarto—. Es ver antes de que pase, saber cuándo pasar, cuándo parar, cuándo no mover un músculo. Eso es lo que me mantiene en la duela.”

Su historia no empezó en una academia de élite, sino en el parque de la colonia San José, donde su papá le compró una pelota usada y le dijo: “Si quieres jugar, no te quejes del calor, ni del piso agrietado”. Desde entonces, Aquiles entrena antes del sol, después de la escuela, y a veces hasta en la calle, con una canasta de metal que cuelga de un poste de luz. Su coach, Alex Leyva, lo descubrió en una competencia escolar donde el niño, sin uniforme completo, anotó 18 puntos en menos de 15 minutos. “No era el más grande, pero era el que más pensaba. Como si ya supiera lo que iba a pasar antes de que pasara.”

El campeonato nacional fue su prueba de fuego. Enfrentó equipos de Chihuahua, Sinaloa y Baja California, todos con jugadores de más experiencia, más recursos, más años en la liga. Pero Aquiles, con su estilo limpio, su defensa inteligente y su tiro frío bajo presión, fue el jugador más confiable en los minutos decisivos. Cuando cerraron el marcador 68-65, el silencio en el gimnasio fue tan grande que se escuchó el chasquido de su cinta en la muñeca al levantar los brazos.

“No vine a ganar para decir que gané —dice, mirando al suelo un segundo antes de sonreír—. Vine porque aquí, en Sonora, se aprende a jugar con el corazón, no con el presupuesto.”

Ahora, entre sus apuntes de matemáticas y los videos que revisa en su celular —partidos de los Lakers, de los Suns, de jugadores mexicanos que juegan en la NCAA—, ya tiene una meta más grande: estudiar en Estados Unidos y jugar en una universidad. Su mamá, que trabaja en una tienda de abarrotes en la avenida Ignacio Zaragoza, dice que no le pide mucho más que siga siendo él: “Que no se olvide de quién lo llevó hasta aquí. Que no se olvide de que su pelota la compramos con lo que sobraba de la compra de la semana.”

Y mientras el sol se pone sobre la frontera, y los niños de Nogales miran por la ventana cómo se apagan las luces de la cancha municipal, Aquiles sigue entrenando. No por el trofeo. No por la fama. Porque cada canasta que encesta, es una forma de decir: “Aquí también se puede.”