La visita de Trump al US Open provoca caos y largas esperas para los aficionados

El ambiente en el Arthur Ashe Stadium era tenso desde horas antes de que el reloj marcara las 2:00 pm. Lo que debía ser una tarde histórica con la semifinal entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner se convirtió en un caos logístico que dejó a miles de aficionados varados bajo el sol, coreando consignas y golpeando las vallas de seguridad

La visita de Trump al US Open provoca caos y largas esperas para los aficionados

El sol caía a plomo sobre Flushing Meadows, pintando las largas filas de espera con tonos dorados y desesperados. El aroma a hot dogs y frustración se mezclaba en el aire, mientras miles de aficionados al tenis se preguntaban qué estaba pasando. Un silencio expectante, roto solo por el susurro de las quejas y el crujir de los zapatos contra el asfalto, envolvía el ambiente. La razón de esta inusual calma antes de la tormenta: la visita del expresidente Donald Trump al US Open.

La presencia del exmandatario, invitado especial de Rolex en una suite VIP, había paralizado el evento. Un despliegue de seguridad sin precedentes, con agentes del Servicio Secreto revisando minuciosamente cada bolso y cada persona, había creado un monumental embudo humano en las entradas. La ironía no pasaba desapercibida: el mismo hombre que impuso aranceles a los productos suizos, ahora se beneficiaba del patrocinio de una prestigiosa marca relojera helvética.

  • 9:00 am: Los primeros mensajes sobre posibles demoras aparecen en redes sociales, pasando desapercibidos para la mayoría.
  • 1:30 pm: La espera se hace insoportable. Las colas serpentean por kilómetros, llegando hasta las canchas de entrenamiento.
  • 2:15 pm: Las imágenes de la multitud varada, con niños aburridos y adultos extenuados, se viralizan en las redes sociales.

"Nadie nos advirtió de esto", se quejaba Miguel Rodríguez, un aficionado llegado de California. "Es increíble que en pleno siglo XXI, con la tecnología que tenemos, no hayan podido gestionar mejor la situación". La USTA, organizadora del torneo, se limitó a un comunicado posterior, argumentando un "aumento inesperado de la afluencia", sin ofrecer explicaciones convincentes sobre la falta de información y los canales de comunicación ineficaces.

Mientras Alcaraz y Sinner comenzaban su partido, las gradas del Arthur Ashe Stadium lucían curiosamente vacías. Los espectadores que lograron sortear el laberinto de seguridad llegaron tarde, perdiéndose los primeros juegos. El ambiente era tenso, lleno de murmullos de protesta. Las pantallas gigantes proyectaban el partido para quienes se encontraban fuera del estadio, un intento fallido de mitigar la frustración de miles de aficionados.

Finalmente, con el partido ya en marcha, un comunicado oficial del Servicio Secreto, lacónico y sin disculpas, se limitó a agradecer la “comprensión” del público. La ausencia de un plan de contingencia ante la visita presidencial, así como la falta de una estrategia eficaz de comunicación, dejaron un amargo sabor de boca entre los miles de afectados, quienes se preguntaban si la experiencia del US Open valía la pena después de semejante odisea.