El Mundial 2026: ¿Un desafío climático para la FIFA?
El Mundial de Clubes de la FIFA en Estados Unidos dejó una advertencia que resonará fuerte de cara al próximo torneo: el calor ya no es solo un obstáculo, es una amenaza real. Jugadores deshidratados, partidos interrumpidos y aficionados buscando sombra a toda costa fueron la constante en un evento que sirvió como "ensayo general" para lo que podría ser una Copa del Mundo 2026 marcada por temperaturas extremas
El Mundial de 2026 se acerca, y con él, una amenaza latente: el calor extremo. Mientras la FIFA se aferra a su calendario, la creciente preocupación por la salud de los jugadores eclipsa los miles de millones en juego. Las temperaturas récord en Norteamérica, con ciudades sede superando los 45°C, pintan un panorama alarmante. El colapso de Enzo Fernández en Orlando, atribuido a la hipertermia, es solo un ejemplo de los riesgos que enfrentan los atletas.
La FIFA, ante la creciente presión, ha implementado algunas medidas paliativas durante el Mundial de Clubes, incluyendo pausas obligatorias, ventiladores y hielo terapéutico. Sin embargo, estas acciones son consideradas insuficientes por expertos y jugadores. "Estas medidas son un parche, no una solución," afirma un médico deportivo consultado. "La FIFA debe priorizar la salud de los jugadores sobre los intereses comerciales."
Un informe de FIFPRO clasifica seis sedes como "zonas rojas" por estrés térmico, entre ellas Houston, Las Vegas y Miami, destacando la gravedad del problema. Aunque la FIFA planea utilizar estadios con techos retráctiles para partidos clave, la advertencia de científicos de que el problema se agravará en 2030 con la inclusión de Marruecos, pone en duda la efectividad de estas medidas a largo plazo.
La organización insiste en que el calendario no cambiará, argumentando que los protocolos actuales son suficientes. Esta posición, sin embargo, ignora los crecientes riesgos para la salud de los jugadores y la evidencia científica que demuestra el incremento en los casos de golpes de calor en deportistas. Detrás de la intransigencia de la FIFA se encuentra una industria multimillonaria de derechos televisivos, donde las audiencias europeas representan una parte sustancial de los ingresos. Cambiar los horarios de los partidos significaría un impacto significativo en estos ingresos, convirtiendo la decisión en un complejo dilema entre ganancias económicas y la salud de los atletas.
Un estudio de la Universidad de Sydney revela que los futbolistas de élite enfrentan un 28% más riesgo de sufrir golpes de calor que en la década de los 90, una evidencia que no puede ser ignorada. La FIFA se enfrenta a una encrucijada: proteger la salud de sus jugadores o seguir arriesgando sus vidas por el bien de sus finanzas. El debate está abierto, y el futuro de los Mundiales en climas extremos se mantiene incierto.